LA OTRA NADA

LA OTRA NADA

“Buenos días. Venimos a la revisión del recién nacido. ¿Podría pasar también el padre a la consulta?” 

Casi de forma automática, una sonrisa se dibuja en mi cara mientras abro la puerta de par en par, alargando el brazo para indicarles que entren…

Tras la anterior entrada del blog que nos acercaba a esa NADA que atraviesan muchas mujeres en el proceso de transformarse en madres, hoy toca hablar de la OTRA NADA.

Esta tiene un timbre más grave, es más callada, silenciosa y difícil de leer entre líneas porque es un proceso mayoritariamente masculino. Es la NADA de Papá.

Sobra decir que ninguno de los dos procesos son exclusivos de mujeres o de hombres. Estas vivencias, con sus distintas intensidades y matices, van a depender mucho más de las mochilas que traemos en nuestro viaje que del género o del modelo de familia que queremos formar.

Todos cargamos, de forma más o menos consciente, con siglos de estructura en cuanto a roles de género, herencia, creencias, patrones de comportamiento, condicionamientos por el entorno… que siguen pesando. Muchas veces más de lo que nos gustaría.

Modelos de familia hay muchos y otro día hablaremos de toda esa revolución que suponen, de cuanto aportan y de todo lo que ganamos como sociedad integrando en vez de fragmentando las diferentes formas que tenemos de relacionarnos, de amar y de construir vida.

Pero hoy toca hablar de ELLOS, del enorme reto que supone para un hombre convertirse en PADRE en una sociedad que sólo valora la RUEDA.

LA HERENCIA DEL PADRE AUSENTE

Si a las mujeres se les presupone que continúen con la inercia de la energía de acción, manteniendo los ritmos de trabajo y actividad previa a su maternidad, a los hombres es que ni se les plantea que exista algo más allá de esa RUEDA y su GUERRA DEL TIEMPO comienza por reconocer que existe un conflicto que también les corresponde.

Hasta hace muy poco ni siquiera se contemplaba la necesidad de un permiso que permitiese a los hombres atender las necesidades de su familia durante el posparto porque, directamente, se asumía que los hijos eran “cosa de las madres”.

Claro que gestar, parir y amamantar son funciones maternas pero… CUIDAR a las personas que amas en momentos en los que te necesitan siguen siendo funciones universales.

Otra cosa es que estas funciones se hayan vetado a los hombres en algunos momentos de la Historia, de forma sistemática, hasta interiorizar la creencia de que los cuidados no forman parte de su naturaleza.

¿Cómo que en algún momento de la Historia?¿Acaso no fué siempre así?¿Ya vas a hablar del Patriarcado…?

Pues no, no siempre fue así. Gracias a  la viral historia de Margaret Mead y el “fémur roto”, hoy podemos comprender que el primer signo de civilización en la Humanidad es la capacidad del cuidado entre seres humanos. En un entorno hostil, romperte una pierna supone morir. De modo que haberte roto una pierna y haber sobrevivido hasta que pueda repararse significa que alguien te cuidó. Al margen de las polémicas sobre la veracidad de esta historia y los datos que sostienen que existen hallazgos de huesos reparados en otras especies animales, sobre todo homínidos, la conclusión es muy clara:

La falta de conciencia de cuidado puede significar la extinción por lo que difícilmente va a formar parte de ninguna naturaleza. Es una conducta culturalmente aprendida…

Y sí, las sociedades patriarcales se caracterizan por cosas como prohibir. En ellas, tambien a los hombres, se les prohíben muchas cosas.

Se les prohíbe el rosa, la expresión de sus emociones, se les prohíbe llorar… se les prohíbe cuidar y, hasta hace muy poquito, se les prohibía criar.

En el modelo tradicional de familia (patriarcal), donde los hombres se encargaban en exclusividad del soporte económico y la obtención de recursos mientras se delegaba la crianza y el cuidado del hogar a las mujeres; la figura paterna solía estar AUSENTE.

Básicamente la crianza no correspondía a los hombres. Se asumía que las obligaciones de un “padre de familia” eran el sostén económico, la protección y la autoridad.

Cuando la realidad de la vida cotidiana se imponía, sin más remedio, los hombres cuidaban a escondidas y de formas muy particulares; teniendo que huir del juicio y la sospecha sobre su propia virilidad. Y en ese juego de trileros que había que mantener entre afuera y adentro, la bola que más se perdía era la de las emociones.

La ausencia de sostén emocional es la reina de las ausencias en la sociedad de la RUEDA.

FALTOS DE MAPAS

Los tiempos han cambiado y la mayoría de vosotros ya no quiere moverse en ese modelo de PADRE AUSENTE. Perseguimos desde hace décadas la igualdad, el reparto justo de tareas, la corresponsabilidad y el equilibrio en nuestras relaciones.

Muchos tenemos claro que queremos OTRA COSA. Lo que no tenemos tan claro es exactamente ¿QUÉ? y ¿CÓMO?

Aquí es donde los padres de hoy empiezan a vivenciar las incoherencias entre lo que quieren, lo que se espera de ellos, el papel que se les otorga y el que se pretende que asuman. Aquí empieza su NADA.

Si la NADA de Mamá podría sintetizarse en “NO HAGO NADA”, una especie de vacío hacia afuera, el mundo externo, que le hace tambalear su identidad; la de Papá es un vacío hacia dentro, hacia la falta de referencias internas que le muestren ese nuevo lugar desde el que quiere vivir su paternidad. Podría resumirse en:

“NO PINTO NADA”

“NO SOY NADA”

“NO ENTIENDO NADA”

¿Suena duro? Es que lo es…

Cuando aún el vínculo paterno es casi una página en blanco y referentes internacionales describen al padre como a un mero espectador, como al soporte, o el ayudante de la madre; es cuando te das cuenta de cuánto sigue pesando la herencia del PADRE AUSENTE.

NO PINTO NADA

Para empezar, llegada la noticia del embarazo, se genera una escena donde todas las miradas se girarán automáticamente hacia la madre. Algunos, incluso, sólo la felicitarán a ella.

Ojo, que no es que no sea protagonista. La madre va a vivir una transformación como pocas hay en la vida. 

Va a experimentar cambios a nivel físico, psicológico, mental y emocional. Su cerebro va a transformarse, literalmente, y de forma irreversible…

Pero en esta historia hay, al menos, 3 protagonistas: un bebé, una madre y un padre. En la transformación de pareja a familia cada uno va a realizar un camino, va a experimentar un proceso con unos tiempos que no siempre coinciden. Los procesos de transformación pueden llegar a ser armónicos dentro de ese caos que suponen. El problema está en confundir armónico con simultáneo porque, a fuerza de no entenderlo, nos generamos momentos difíciles y conflictivos para todos.

Imaginad que en una coreografía sacásemos a un bailarín de escena, que lo empujásemos de nuevo al escenario y esperemos que luche por encontrar su lugar, el compás, el ritmo, el movimiento y la coordinación con el resto del grupo sin desarmonizarlo; exigiendole llegar al grado de perfección de que el público no note nada forzado en aquel baile…

Tenemos tan normalizadas algunas reacciones, actitudes o frases hechas que ni siquiera nos damos cuenta del impacto que tienen en la vivencia de la persona que tenemos enfrente.

Ese giro en la mirada casi imperceptible, que saca al padre de la escena volviéndolo invisible, esconde un poderoso mensaje.

“Este momento no es TUYO, tú no eres importante, TÚ NO PINTAS NADA”.

Sin darnos cuenta, estamos descargando el programa del PADRE AUSENTE de la nube del inconsciente colectivo a la vez que le estamos dando la enhorabuena y estamos esperando de él una crianza corresponsable.

¿Cómo puedes ser responsable o participar en una fiesta a la que no se te ha invitado?

A esa primera imagen seguirán muchas más escenas en las que el padre no sabrá exactamente qué es ¿acompañante?, ¿espectador?, ¿invitado?… 

Habrá pruebas diagnósticas en las que tenga que pedir permiso para entrar o se le niegue el acceso, preguntas que se le contestarán en tercera persona, mirando a la madre o ni serán tomadas en cuenta; y juicios implacables donde se les acuse de querer robar protagonismo.

PADRE INTRUSO les llaman. No digo que no los haya, al igual que hay personas que invaden el espacio de otras en cualquier situación de la vida.

El problema es que se ha desdibujado tanto su espacio que ya nos cuesta saber cuál es.

NO SOY NADA

El momento del parto no se queda atrás.

El padre acude a una situación desconocida y estresante como ACOMPAÑANTE.

No es paciente, ni tiene ningún poder de decisión, en muchas ocasiones no es bienvenido, puede que estorbe y, sin duda, tendrá que abandonar el lugar del parto ante cualquier complicación que se presente, con todos sus miedos y dudas.

La espera en un pasillo, tras una puerta cerrada, sin que nadie te informe de lo que ocurre mientras te ahogan ideas sobre si tu pareja o tu bebé están bien… puede ser eterna. Nadie te preguntará cómo la viviste TÚ porque no eres el bebé ni la madre, eres el acompañante. Algo que vendrá a traducirse en tu cabeza como “TÚ NO ERES NADA”.

El acompañamiento es el escalón más elevado de la ayuda. Las personas que nos dedicamos profesionalmente a ayudar a otras, nos pasamos la vida haciendo cursos para acompañar de forma adecuada. Sin embargo, pretendemos que personas que jamás se han visto en situaciones similares, sepan qué hacer y cómo actuar sin una mínima formación al respecto.

No les preguntamos por sus emociones, por sus miedos, por lo que les bloquea…Pretendemos que sean el sostén de la madre. 

Así, como por arte de magia… 

Así, como pretendemos que las madres sepan interpretar lo que les pasa… 

Así, como pretendemos que ambos sepan interpretar lo que les pasa a sus bebés…

Así, como pretendemos que ambos se encuentren al final de un camino que los ha enfrentado a sus sombras, esas que no son capaces de reconocerse a sí mismos…

Todos, hombres y mujeres, empezamos a convertirnos en padres y madres desde que conocemos la noticia del embarazo o desde que nace el deseo de tener un bebé.

Las diferencias son grandes, empezando por lo físico. Para una madre la realidad de la maternidad está en su cuerpo. No es imposible evadirse pero sí más difícil.

Para un hombre el proceso será mucho más mental. Imaginamos, proyectamos, volvemos a la infancia, recordamos la figura paterna; lo que queremos repetir y lo que queremos cambiar. Hacemos planes…muchas veces en silencio. 

No vaya a ser que te digan PADRE…lo que sea.

También puede que la inercia te mantenga lo suficientemente ocupado como para no conectarte con este proceso.

En una sociedad donde a los hombres no se les ha permitido cuidar o cuidarse ¿dónde queda el tiempo que requiere conectar con una transformación tan profunda como convertirse en padre?

Entonces nace tu bebé, lo tocas por primera vez, sientes su piel en tus manos mientras te mira a los ojos en ese ambiente inundado de oxitocina; y te enamoras.

Tu vínculo físico comienza ahí. A veces, es el chispazo que te permite dejar de despistarte con la inercia y que te conectes.

Ese vínculo es el vuestro, no compite con nadie y es único.

La realidad de la diada madre-lactante, la fusión que existe entre una mujer y su criatura, es una cosa y que tú seas una especie de actor secundario es otra bien distinta.

¿Cómo vas a ser NADA si ese bebé está ahora aquí como consecuencia de ti y quemándote en las manos…? Conoce tu voz y el latido de Mamá ¿acaso te crees que es casualidad?

Por desgracia, situaciones como las del pasillo o mensajes implícitos como los que os cuento, interrumpen a veces ese enamoramiento. La separación física del bebé corta la cascada de neurotransmisores y el miedo crea una especie de DESCONEXIÓN que dificulta el vínculo. Las familias que tienen que vivir esta experiencia dejan el camino recto que nos ofrece la oxitocina para dar un duro rodeo que les permita RECONECTAR con su bebé.

La desconexión es un tema bastante profundo como para entenderla en un párrafo. Los que la habéis vivido sabéis que es un extra de dificultad a la que dedicaremos la entrada que merece.

A modo de resumen os diré que la naturaleza, que no es sabia por casualidad, no va a jugarse algo de lo que depende nuestra supervivencia a una sola carta. Tiene prevista otras vías de conexión como la experiencia. 

La neurociencia nos muestra como la implicación en el cuidado es también responsable de cambios estructurales en nuestro cerebro. (Paternina-Die 2020, Abraham 2014)

Magdalena Martinez-García , investigadora del grupo NeuroMaternal, nos acerca el patrón de neuroimagen que da sentido a ese amor profundo resultado de poner el cuerpo y pringarse, literalmente, en crianza (Martinez-García M. 2022).

En definitiva, es la eterna balanza entre el Amor y el Miedo la que marca el camino que sigue nuestra historia.

NO ENTIENDO NADA

El caso es que enamorado o desconectado de tu criatura llega el momento de irse a casa en el que empieza, con toda su intensidad, la fase de “NO ENTIENDO NADA”.

Si hasta ahora como padres no teníamos muy claro cuál era nuestro sitio, la vuelta a casa no lo mejora.

El puerperio es una etapa marcada por los cambios, las inseguridades y la confusión en la que recibimos cantidades industriales de consejos contradictorios de nuestro entorno.

Con la buenísima intención de ayudar, los demás nos cuentan qué y cómo hacer cosas que les sirvieron. También sin mala intención hay veces que invaden nuestro espacio o ponen a prueba nuestros límites.

Tu pareja se encuentra envuelta en su proceso interno, transformada, irreconocible…; con la necesidad de sentirse apoyada por ti. Y tú, sin saber dónde ponerte.

Es algo así como intentar posicionarte en arenas movedizas donde cada acto o palabra que pronuncies puede volverse en tu contra.

Si no haces, serás ausente.

Si haces pero no como se espera, serás inútil.

Si opinas diferente o propones un cambio porque ves que algo no va bien, serás intruso.

En el trabajo casi te impondrán ser ausente. Mientras, en casa, pretenderán que seas corresponsable.

Te halagarán como si fueras un héroe por hacer tareas simples mientras a tu pareja la juzgan y la machacan con la idea de la madre perfecta, convenciendola de que nunca es SUFICIENTE.

El conflicto está servido. En mayor o menor medida, según tu capacidad de gestionarlo, pero está presente y con toda su MALA LECHE.

No es casualidad que muchas parejas terminen rompiéndose y separándose después de tener un hijo, con tantas fricciones, tensiones de un lado y otro, con tanta inestabilidad e interferencias que nos empujan de forma silenciosa a caer en nuestro propio VACIO.

Alguien me dijo una vez que “una pareja son dos personas que caminan en una misma dirección, no dos personas que se miran la una a la otra”.

En general esta frase me parece acertada pero, quizás, este momento de puerperio, de PARAR; nos esté invitando a cerrar la puerta y mirarnos.

Necesitamos recolocarnos, reconocernos y reencontrarnos. Necesitamos sincerarnos con lo que queremos, con lo que nos sirve, llegar a acuerdos, poner límites, formar un equipo. Todo sin libro de instrucciones ni fórmula mágica que te ayude a no equivocarte.

Expuestos al error, al juicio y a las arenas movedizas, mejor que la base se asiente en lo que es importante para ti, en lo que como padres y como pareja queréis conseguir a largo plazo. Y, para eso, hace falta mirarse.

SE HACE CAMINO AL ANDAR

No hace mucho tiempo vi en redes  una campaña que me resultó muy útil por lo visual. Venia a decir algo así como que si nuestro objetivo es que los hombres adultos tomen conciencia del cuidado, ¿cómo puede seguir molestándonos esto?

Esta es la imagen de un niño jugando a cuidar. Algo muy inocente que sigue activando alarmas y proyecciones en muchos adultos sobre que las preferencias en el juego sean un indicador de su orientación sexual.

El juego simbólico y la imitación son herramientas muy potentes del aprendizaje de nuestros hijos.

¿Os acordáis del principio del artículo y del juicio hacia la virilidad? Pues parece que no es tan pasado ¿no?

Para quienes conservan sus dudas sobre los riesgos de las muñecas, os aseguro que jugar a cuidar un bebé no esconde mayor peligro que integrar la empatía hacia quienes necesitan ser cuidados.

Yo con respecto a este tema me hago algunas preguntas en la misma linea. Si realmente queremos una paternidad corresponsable y una figura de padre presente, ¿por qué nos empeñamos en invisibilizarlo?, ¿por qué nos molesta aún tanto su presencia?, ¿por qué no le dejamos encontrar su lugar?

No tengo la respuesta aunque agradezco enormemente a esas preguntas que me llevaran a conocer el trabajo de compañeros que se han dedicado a entender la transición paternal como un proceso diferenciado de hombre a padre, como una experiencia compleja cargada de retos y falta de referencias que también es necesario acompañar de forma adecuada. 

Así me encontré con Javier de Domingo y David Seguí , que me abrieron su caja de herramientas y me prestaron un nivel que ayudase a equilibrar esos dos tonos que marcan la música que acompaña la vida de esos bebés que pasan por la consulta.

También con Máximo Peña, que ha empleado su energía y muchas horas para crear un libro que sirva de hoja de ruta que nos acerque al modelo de Papá presente al que aspiramos. “Paternidad aquí y ahora” ,para que no haya duda de que la presencia es nuestro Norte.

Ya sólo me queda escucharos, daros el espacio para expresar vuestras vivencias y que podamos hilar esa parte de la historia que ayude a descubrir dónde está el nuevo punto de equilibrio.

“ENTONCES, ¿CUÁL ES EL LUGAR DEL PADRE?… SINCERAMENTE NO LO SÉ, PERO PUEDO ACOMPAÑARTE MIENTRAS ENCUENTRAS EL TUYO”

“Bienvenidos.”

(Texto Publicado el 19/05/2023. Editado el 19/03/2024)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Martínez-García M., Paternina-Die M., I Cardenas S., Vilarroya O., Desco M., Carmona S., Darby E Saxbe, First-time fathers show longitudinal gray matter cortical volume reductions: evidence from two international samples. Cerebral Cortex, 2022;, bhac333

https://doi.org/10.1093/cercor/bhac333

Paternina-Die M.,Martinez-Garcia M., Petrus C., Hoekzema E., Barba-Müller E., Martín de Blas D., Pozzobon C., Ballesteros A., Vilarroya O., Desco M., Carmona S. The Paternal Transition Entails Neuroanatomic Adaptations that are Associated with the Father’s Brain Response to his Infant Cues, Cerebral Cortex Communications, Volume 1, Issue 1, 2020, tgaa082,

https://doi.org/10.1093/texcom/tgaa082

Abraham E, Hendler T, Shapira-Lichter I, Kanat-Maymon Y, Zagoory-Sharon O, Feldman R. Father’s brain is sensitive to childcare experiences. Proc Natl Acad Sci U S A. 2014 Jul 8;111(27):9792-7

https://doi.org/10.1073/pnas.1402569111

Nieri L.P. Relación entre la sensibilidad paterna y los estilos de apego, la personalidad y la capacidad empática según variables sociodemográficas. Psicología del Caribe 2017;34(1):1-15.

Recuperado de internet: https://www.redalyc.org/pdf/213/21356010001.pdf

http://dx.doi.org/10.14482/psdc.33.2.7290

Singley, D. B. (2014). Men’s peripartum mental health: Issues and interventions. CYF News.

 https://www.apa.org/pi/families/resources/newsletter/2014/05/men-peripartum

Oiberman A. (1º edic)(2008). Observando a los bebés: técnicas vinculares madre-bebé, padre-bebé.Lugar. ISBN: 978-950-892-307-3

LECTURAS RECOMENDADAS:

Peña M. (1ª edic)(2023). Paternidad Aquí y Ahora. ARPA. ISBN 978-84-19662-19-4

GRUPOS DE PADRES:

Entre Homes. Psicoterapia, formación e intervención social especializada en la condición masculina.

https://www.instagram.com/entrehomes/

Paternando. Cuenta creadora de contenido sobre recursos en la transición paternal

https://www.instagram.com/paternando.ok/

Si conoces más recursos, déjalos en comentarios…

This Post Has 6 Comments

  1. Mercedes Lazo

    Buen tema y bien analizado como todos los trabajos que haces Elia. Pienso que los “padres” siempre han sido invisibles en todo este proceso de gestación a través de la historia y es hora que se hable de ellos y tomen su rol desde el principio del embarazo. Esperamos tu próximo trabajo

    1. Realmente, generar el espacio para que ocupen ese lugar también es una cuestión de Salud. Gracias por tu feedback siempre.

  2. Elisa

    Estupendo artículo Elia!! A pesar de que en la actualidad los padres tienen un mayor protagonismo en la crianza y desarrollo del bebé, todavía queda mucho por hacer…

  3. Elvira

    Felicidades por este artículo, Elia, con toda la reflexión detrás que aporta luz y empatía a los padres (y las madres). Gracias.

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