VACÍO

VACÍO

Hoy llegué a casa tarde y con un pellizquito en el corazón, cargando aún el peso de sostener las emociones que remueven las historias que conectan con las heridas propias. Uno de esos días en los que notas, más que otros, lo que aún llevas en la mochila.

Me la encontré sucia y revuelta. Los niños abalanzándose sobre mí mientras me preguntan “¿qué hay de cenar…?”

Su padre estaba sentado delante del ordenador, perdido en el espejismo que supone la tecnología. Estaba ausente, evadido del caos que había en casa.

 “Te estábamos esperando…”

Normalmente esa frase hubiese sido el detonante perfecto para activar una serie de reacciones en cadena que terminaran en una batalla pero, ese día, hubo silencio. No el silencio gélido que llega a sentirse como un cuchillo cortando el aire sino, más bien, ese que conecta las ideas antes de tu próximo movimiento. 

Volvió a sonar en mi cabeza la frase que venía rumiando tras terminar la consulta en la que atendía una dificultad de lactancia de una madre que atravesaba la dura experiencia de un trauma posparto.

Al ir a agendar la siguiente cita, contenta porque ya se veía luz al final del túnel, ese padre me dijo en tono de broma, “si el próximo día vienen ellos dos solos, será porque nos hemos divorciado”.

Mientras la pronunciaba, con una sonrisa en su cara y una lágrima asomando en sus ojos, se dejó caer en la silla. El resto de lágrimas no pudieron contenerse. Aquel era un gesto de rendición, como quien se lanza al vacío como forma de encontrar la salida que le saque de la bruma que ha envuelto su vida.

Y es de eso precisamente, de ese momento de VACÍO en la transición de pareja a familia, de lo que vengo a hablaros hoy.

PARA TODA LA VIDA…

En un mundo volátil donde corremos sin descanso hacia ninguna parte, sin tiempo para mirar hacia los lados y mucho menos hacia adentro, los vínculos son cada vez más superficiales y temporales. Ya prácticamente ningún acuerdo es duradero.

Hace tiempo que comenzamos a desprendernos de aquellos contratos que te anclaban a algo o a alguien de por vida, algunos irrompibles.

Mientras construimos nuestra idea de relación en medio de unos límites cada vez más difusos llega la que, probablemente, sea la más trascendente de todas.

Convertirte en madre o padre es un tránsito sin retorno que entrelaza, lo quieras o no, tu historia vital con la existencia y la identidad de otra persona.

Todos como hijos tenemos como referentes a nuestros padres, biológicos o de crianza; sin los que no hubiésemos podido existir. Sus presencias y sus ausencias forman parte de nuestra memoria corporal, de cómo nos sentimos y de cómo percibimos el mundo. Casi todos echamos la vista atrás en algún momento, siguiendo esas huellas de quienes nos sostuvieron, para entender quiénes somos.

Sin embargo, no es hasta que te conviertes en madre o padre, que caes en la cuenta del grado de compromiso tan abrumador que supone no sólo ser parte sino también garante de semejante contrato con la vida.

Nos convertimos en padres desde un cierto grado de inconsciencia que no suele llegar a resolverse hasta que cierras la puerta de casa y cruzas la mirada con ese ser totalmente vulnerable que va a depender de ti para sobrevivir. De nada sirven las crianzas cercanas, los consejos no pedidos, los libros de expertos o todas las mentalizaciones que hayas hecho hasta ese día sobre cómo sería ese encuentro.

A esta toma de conciencia que te sacude la cabeza y te estremece el cuerpo le acompaña una instintiva y humana necesidad de salir corriendo.

El instinto de huida es uno de los mecanismos altamente conservados de nuestra biología que nos mantiene muy cuerdamente a salvo de cualquier situación que vaya a enfrentarte a un peligro, externo o interno. Ese bebé que te mira, te está anunciando que va a desatar en ti un proceso de confrontación en el que vas a cuestionar todas las capas y corazas que llevas una vida construyendo para presentarte y, también. para protegerte ante los demás. ¿Acaso no te parece lógico que aparezca?, ¿no es sano y cuerdo querer huir cuando percibes una amenaza tan obvia como desaparecer tal y como te conoces?

Quizás lo que no es nada sano ni coherente es intentar silenciar instintos, emociones y sentimientos que son parte del proceso en cualquier transformación a base de juicio y de culpa.

Entendiendo la profundidad del compromiso y el instinto de huida pueden llegar a comprenderse muchas de las reacciones inesperadas y de las dificultades que acompañan estos tránsitos aunque te adelanto que no está reñido con la capacidad de amar profundamente.

Si seguimos explorando entre los mecanismos altamente conservados que nuestra biología tiene previstos para que sobrevivamos como especie, nos encontramos con una cascada de reacciones neuroendocrinas que nos hacen enamorarnos perdidamente de nuestros bebés.

Como decía Brofenbrenner: “todo bebé necesita que al menos un adulto esté irracionalmente loco por él”

De modo que nuestro cuerpo tiene prevista una especie de locura insana que contrarreste la cordura que nos empuja a salir corriendo y que quizás nos pueda servir para explicarnos la ambivalencia emocional que envuelve el momento del posparto.

Así, obligadas por un terremoto emocional a mirar hacia adentro, levantamos la vista rodeadas de la NADA, que nos ha envuelto de forma sutil y silenciosa. Intentamos encontrar a través de la niebla invisible a nuestro compañero de viaje para que nos ayude a sostenernos mientras recuperamos el punto de equilibrio. Alzamos la vista, alcanzando a intuir su silueta; para encontrarlo lejano, de espaldas y sumergido en su OTRA NADA.

 AMBIVALENCIA

Si hay algo que caracterice la etapa del posparto es una ambivalencia extrema que te divide entre amar con locura y salir corriendo, totalmente invisible para una sociedad con tanta prisa que no puede pararse a sentir mucho más allá de algunos días establecidos en el calendario de emocionalidad obligatoria.

Como dice Ibone Olza en muchos de sus artículos y formaciones, “el parto es el evento de alteración del estado de conciencia más frecuente que podemos vivenciar los seres humanos”. Básicamente porque las mujeres somos algo más de la mitad de la población mundial y parimos, al menos una vez, sobre un 85% de nosotras (Olza, 2020)

A mí esta frase me lleva a la reflexión de que si nuestro deseo va cargado de expectativas y de grandes dosis de inconsciencia, que nos mantienen en las nubes durante la primera transformación que supone el embarazo, el parto nos trae la conexión de consciencia y choque con la realidad que nos baja a la tierra y al cuerpo.

El planeta parto, más que un planeta, es un universo de sabiduría corporal que nuestra mente no es capaz de silenciar… siempre y cuando no interfiramos en su desarrollo.

Es difícil describir esta ambivalencia. Durante siglos nos la han presentado como una especie de locura hormonal que tenemos las mujeres puérperas de la que, incluso, había que proteger al bebé. Sin embargo, puede que sea el mayor momento de lucidez en un mundo de espaldas a las necesidades humanas.

Lo que la ciencia ya es capaz de explicarnos es que durante el embarazo hay todo un cóctel de reacciones bioquímicas, hormonales  e inmunológicas que comienzan a transformar nuestra estructura cerebral precisamente en las áreas de la empatía y la conexión con el otro; en nuestra capacidad de cuidar (Paternina-Die, 2024)

Para los hombres estos cambios también están disponibles. En ellos también se dan cambios hormonales y transformaciones similares, aunque menos acusadas, que van a depender de que se haga cargo y contacte con este proceso o se mantenga ausente (Paternina-Die 2020, Martínez-García, 2022). Por tanto, si en los hombres o en la mujer no gestante la clave está en el contacto, su punto de partida es diferente.

De modo que ni a las mujeres nos vuelven locas las hormonas ni los hombres están exentos de que cambie toda su percepción de la vida cuando son padres, aunque social y culturalmente se les invite a no hacerlo.

Un camino de ida y vuelta, con puntos de partida diferentes y del que volvemos transformados, generará momentos en los que inevitablemente tengamos que soltarnos con el compromiso o con la esperanza de encontrarnos en algún punto de nuestra ruta.

Saber sostener el equilibrio entre los ciclos de fusión y separación que existen en las relaciones, entender que el equilibrio es dinámico y que todos tenemos momentos de conexión mezclados con otros en los que necesitamos un espacio propio, es uno de los primeros retos que nos encontramos en la construcción de eso que podríamos llamar adulto emocional.

Ahora os pregunto ¿cuántos de nosotros lo somos?

CAMINOS,DRAGONES Y MOCHILAS

Para la mayoría de las personas, la construcción de un proyecto de familia nace cómo la prolongación de un proyecto de pareja. Hay otros modelos de familia que nacen desde otras perspectivas pero, hoy, nos ocupa este particularmente.

Antes que el deseo de ser madre o padre, nació en nosotros el deseo de formar un proyecto de vida con otra persona. Y mucho antes que eso, nos unió el deseo; así sin más.

El deseo tiene muy poco de racional. Está formado por pulsión, atracción, instinto y, como os decía antes, grandes dosis de inconsciencia.

Detrás de aquello y aquellos que nos atraen existe todo un entramado de patrones inconscientes que se han desarrollado desde edades muy tempranas en base a cómo fueron atendidas nuestras necesidades, cómo fue nuestra relación con nuestras figuras de apego, qué circunstancias había en nuestro entorno, cómo fue nuestra crianza…y así un largo etc de circunstancias que condicionan nuestra forma de relacionarnos que, como diría Jung, “mientras no las hagamos conscientes, seguirán dirigiendo nuestra vida y las seguiremos llamando destino”

Nuestros rasgos de carácter y nuestra identidad tienen muchas partes genuinas pero otras que hemos formado como respuesta a las carencias o a los peligros que hemos percibido durante nuestras primeras etapas de desarrollo (independientemente de cuanta objetividad pueda haber en esta vivencia o de cuánta explicación racional podamos dar a la situación desde la visión adulta).

El caso es que estos desafíos a los que nos enfrentamos a edades tempranas, en las que aún no tenemos una capacidad de regulación adquirida, generan un impacto que conocemos como heridas primales. Como respuesta, generamos una estrategia de supervivencia que se vuelve como una especie de máscara con la que nos presentamos ante los demás.

La importancia que puede tener esto en el contexto de la pareja es que, precisamente, vamos a tener una tendencia a que nos atraigan aquellas personas que saben poner el dedo en la llaga de esa herida primaria que tengamos más presente.

Estas dinámicas generan relaciones de codependencia que solemos llamar amor y que regamos constantemente con zumo de medias naranjas, convencidos de que tenemos que encontrar esa persona perfecta que complete nuestra vida. Sobran historias de príncipes azules y princesas rosas que comen perdices, felices para siempre, que nos convencen de que el amor todo lo puede…

Que se te caiga la máscara con la que tapabas tu herida puede ser aterrador pero que se caiga la máscara de quien tenías enfrente no lo es menos.

Hay veces que se liberan las bestias del maltrato y las violencias que contenían esas máscaras…aunque hoy no van a robarnos el protagonismo en esta historia.

Tuve la suerte de aprender con Esperanza Castelló sobre los hilos que se mueven en la trastienda de nuestras relaciones y que merece la pena desenredar para encontrarnos con ese amor, que comienza en nosotros, y desde el que construimos el amor al otro. Con ella aprendí que en las historias no siempre hay grandes villanos. A veces, sólo es necesario poner una NADA frente a OTRA en un espejo para generar un agujero negro capaz de tragarse incluso el más bello de nuestros deseos.

CUERPO, SEXO Y CONEXIÓN

El nacimiento de un bebé es la culminación de un acto sexual.

Después de haber experimentado semejante nivel de transformación en todos los planos de nuestra identidad durante un proceso vinculado a nuestra sexualidad, lo lógico a esperar es que esta también se transforme. Pensar que no va a ocurrir es como cualquiera de esos propósitos de Año Nuevo que no llegan a Febrero.

En el posparto se asume un desinterés por las relaciones coitales que hay que “remediar” sin entender que la expresión de la sexualidad es muchísimo más amplia, abarcando todas las funciones que nos permiten conectarnos con otros como el contacto a través de la piel o el amamantamiento.

En un momento en el que todo el foco de nuestra atención está en el cuidado, con un cuerpo agotado y en proceso de recuperación; es bastante normal que nuestro interés por el sexo disminuya durante un tiempo.

Probablemente el problema esté en el empeño de igualar sexo con sexualidad y en reducir nuestra necesidad de conexión como pareja únicamente a nuestra capacidad para mantener relaciones coitales, lo que nos lleva a sentirnos aún más frustrados y desconectados.

La presión social para recuperar este tipo de relaciones sexuales como signo de normalidad puede llegar a convertirse en una auténtica pesadilla, especialmente cuando existe algún problema para retomarlas.

Forzar esa vuelta a la normalidad, presentándola como la única vía para alcanzarla, es la mejor manera de distanciar a dos personas que intentan volver a conectarse.

SISTEMAS Y FAMILIA EXTENSA

Mientras intentamos sostenernos y ponerle medida a la brecha que nos separa, que parece cada vez más insalvable, nos va a traspasar otro terremoto que no siempre vamos a ver venir claramente.

Familias hay muchas, muy diversas y, en los años que llevo atendiéndolas, aún no encontré ninguna perfecta.

Con el nacimiento de un bebé ocurre un cambio profundo en las dinámicas que se dan dentro del sistema familiar que obliga a todos sus miembros a cambiar de lugar.

De repente los hijos se vuelven padres, los padres abuelos, los hermanos tíos o hermanos mayores… Como en un baile de la silla a lo grande, todo el mundo se tiene que mover de un espacio que podía resultarle más o menos cómodo.

También nuestras parejas entran irreversiblemente a formar parte de nuestro sistema de origen y nosotros del suyo, desde el momento en el que son la madre o el padre del nieto, sobrino, hermano…por muchas vueltas que vaya a dar la vida.

Aquí se cumple totalmente la metáfora del chiste “una cosa es el turismo y otra la inmigración”.

De repente ese suegro majete y afable que nunca se metía en nada comienza a llevarse las manos a la cabeza con cada cosa que haces, tu cuñada se convierte en el personaje de la película “La mano que mece la cuna” o tu madre comienza a hablarte como si tuvieras 5 años, sin que seas capaz de explicarte qué está ocurriendo; en un momento de extrema vulnerabilidad en el que no estás para sostener sino para ser sostenida.

Otro día hablaremos de la transición que implica convertirse en ABUELOS y del reto que supone conectarte con tu nacimiento, tu yo bebé, tus propios partos…de volver a amar locamente a un ser vulnerable que es parte de ti; manteniéndote en un difícil segundo plano en el que son otros quienes toman las decisiones.

A todos estos movimientos hay que irles añadiendo fenómenos tan comunes como la multiculturalidad. Hoy en día, es muy frecuente que se formen parejas de diferentes países, continentes, religiones… cuyos sistemas de valores y estilos de crianza van a confrontarse en el momento en que haya un bebé al que cuidar.

Llegados a este punto lo que parece bastante imposible es salir indemnes como pareja de semejante movida. 

No tiene por qué ser difícil, aunque sea un proceso complejo, y el número de ingredientes varíe en cada pareja, así como la capacidad para adaptarse a los cambios y la flexibilidad de cada uno.

Lo que sería injusto es dejar el peso del resultado de este proceso únicamente a la responsabilidad personal, olvidando la total ausencia de cuidado de la capa más externa, la capa social. Esta es la RED que debería contener y ofrecer el sostén necesario mientras nos encontramos al otro lado de la niebla, en lugar de meternos en LA GUERRA DEL TIEMPO.

Con este coctel bien mezclado, el trauma puede suponer la chispa que haga saltar todo por los aires.

No sé si algún día me atreveré a escribiros sobre él pero me quedo con la frase se fue construyendo como resumen y cierre del curso de Psicoterapia en el Trauma Perinatal, impartido por Iliana Paris. Aquellas sabias mujeres, que tanto me enseñan cada día, me mostraron que:

“siempre hace diana en nuestra herida y siempre hace diana en nuestros vínculos”

De modo que en aquel escenario de derrota, lágrimas y caras de terror era el momento de alargar la mano para sostener a quien se dejaba caer, sólo tras comprobar que los demás ya se sostenían. Aquel era el momento de desmontar los dramas, reírnos de nuestras incoherencias y bailar con nuestros fantasmas para llegar a entender que el vacío que tanto tememos puede ser perfecto para tirar lo que no nos sirve y abrir paso a todo lo nuevo que ha llegado a nuestras vidas.

Quizás un aprendizaje para alcanzar esa adultez emocional sea llegar a sentir desde lo más profundo de nosotros:

“cuanto amor es necesario para quedarte cuando cada parte de ti te está pidiendo correr”

En medio de aquel silencio busqué el móvil.

-“¿Qué haces?”

-“Voy a pedir una pizza mientras organizamos baños y mochilas.”

-“¿Pizza un martes?,¿qué celebramos?”

-“No lo sé. Podemos celebrar que he vuelto…”

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Bronfenbrenner U, Ceci SJ. Nature-nurture reconceptualized in developmental perspective: a bioecological model. Psychol Rev. 1994 Oct;101(4):568-86.

https://doi.org/10.1037/0033-295x.101.4.568.

Olza I, Uvnas-Moberg K, Ekström-Bergström A, Leahy-Warren P, Karlsdottir SI, Nieuwenhuijze M, et al. (2020) Birth as a neuro-psycho-social event: An integrative model of maternal experiences and their relation to neurohormonal events during childbirth. PLoS ONE 15(7): e0230992.

https://doi.org/10.1371/journal.pone.0230992

Paternina-Die M., Martines-García M., Martín de Blas D., Noguero I., Servin-Barthet C., Petrus C., Soler A., López-Montoya G., Desco M., Carmona S. Women’s neuroplasticity during gestation, childbirth and postpartum, Nature Neuroscience, 2024.

https://doi.org/10.1038/s41593-023-01513-2

Martínez-García M., Paternina-Die M., I Cardenas S., Vilarroya O., Desco M., Carmona S., Darby E Saxbe, First-time fathers show longitudinal gray matter cortical volume reductions: evidence from two international samples. Cerebral Cortex, 2022;, bhac333

https://doi.org/10.1093/cercor/bhac333

Paternina-Die M., Martinez-Garcia M., Petrus C., Hoekzema E., Barba-Müller E., Martín de Blas D., Pozzobon C., Ballesteros A., Vilarroya O., Desco M., Carmona S. The Paternal Transition Entails Neuroanatomic Adaptations that are Associated with the Father’s Brain Response to his Infant Cues, Cerebral Cortex Communications, Volume 1, Issue 1, 2020, tgaa082,

https://doi.org/10.1093/texcom/tgaa082

Bourbeau L. (2021). Las 5 heridas que te impiden ser uno mismo. Ob Stare. 3ª Edic

ISBN: ‎ 978-8494982781

This Post Has 8 Comments

  1. Ana

    Gracias por tus palabras, como siempre tan cercanas, y con las que me identifico 100%. Siempre me haces recordar esos momentos tan mágicos, y a la vez tan complicados que pasé.
    Nadie te prepara para lo que viene después del nacimiento de un bebé. Lo importante que es sentirte atendida, querida, y sobre todo escuchada.
    Un placer leerte como siempre

    1. Nuestros bebés vienen descolocandolo todo y enseñándonos a volver a colocarnos frente a la vida. Es que saberlo tampoco te ahorra atravesar la experiencia. Gracias a ti por tu apoyo y por ser parte de la mía.

  2. Hakim Mrabet

    Estupendo artículo que describe al detalle todas las fases de la vida por las que hemos pasado o estamos pasando los lectores que son padre y parejas. Me encanta la manera con la que enlazas lo emocional con lo biológico. Me parece una redacción exquisita y cercana al mismo tiempo. Los que hemos tenido la suerte de haberte conocido y compartido contigo algunos momentos de la vida se nos hace doblemente interesante la lectura y ver el grado de madurez y profesionalidad que has alcanzado. Te felicito de nuevo. Un abrazo

    1. Gracias por tus palabras Hakim y por compartir un largo trecho de ese camino profesional que nos ha unido a pesar de las largas distancias. He tenido la suerte de poder ver como construias una bella familia. Un abrazo

  3. Álvaro Moreno

    ufff… que palabras… que sensaciones… gracias!!! Me llevo una sensación de calma y de sentimiento de pertenencia junto con unos pelos de punta.
    Gracias por poner palabras a algo tan complejo y desde un lugar tan respetuoso.

    1. Gracias Álvaro por tu devolución. Trabajar con bebés y sus familias es encontrarte con un universo de emociones muy extremas que no siempre esperamos. También gracias por compartir esta forma de entender la atención desde los cuidados y ser parte de mi red.

  4. Maria

    Siempre es un placer leer a Elia. Sabias palabras detrás de cada texto que escribe. La empatía y su manera de expresar lo que muchas de nosotras sentimos con la llegada de la maternidad hace que te sientas con ella como en casa; tranquila y apoyada en todo momento.
    Es un ser de luz, de esos que saben iluminar tu camino hasta en los momentos mas oscuros.
    Muy agradecida de poder aprender junto a ella.

    1. Gracias por tan bellas palabras María.Para mi también es un placer poder aprender de ti y compartir esa tarea de acompañar en un momento tan espacial y vulnerable. Juntas siempre es mejor, por muy oscuro que esté.

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