MALA LECHE

LA MALA LECHE

“LA LECHE MATERNA DE MALA CALIDAD, QUE NO ALIMENTA A LOS BEBÉS, NO EXISTE”

Con la dudas que parecen ante las dificultades en el establecimiento de la lactancia o de esa demanda del bebé que no llegamos a saber si es o no normal, viene asociado el mito de que el problema pueda estar en la calidad de la leche que produce la madre.

Como ya os prometí en el post anterior, hoy vengo a hablaros de esa segunda parte de la historia que nos hace a las madres plantearnos si nuestra leche será SUFICIENTE.

Si no has llegado a este artículo desde ahí, te aconsejo leerlo, para que puedas comprender mejor cómo puede algo relativamente raro e infrecuente convertirse en una de las principales causas globales de abandono de la lactancia materna.

La idea de que existe leche que no alimenta está tan extendida que puede llegar a ti a través de tu madre, de una hermana, de una amiga, de la vecina del quinto o de una señora que te encontraste en el autobús pero no conoces de nada. El problema se agrava cuando quien te la transmite lleva el peso de la autoridad que confiere una bata blanca. Mientras sean otros puede que haya un ruido sobre si pueda ser esa la causa de la dificultad que se ha presentado en tu lactancia pero, cuando quien te lo dice lleva una bata, el volumen de ese ruido se hace ensordecedor hasta convertirse en una certeza.

Definitivamente, mi leche no sirve.

EL USO DE LA CIENCIA PARA CONSTRUIR UNA FALACIA AD BACULUM

El discurso de la leche materna que no sirve se ha visto reforzado por los estudios de las propiedades y proporciones de nutrientes que se vienen realizando en el último siglo, en el intento por comprender como funciona este proceso tan complejo.

Algunos de estos descubrimientos propiciaron en su momento el auge de los estudios de leche materna y aún hoy llegan madres a las que alguien les ha sugerido que se “analice la calidad de nutrientes de su leche” como posible causa de que su bebé no gane peso o no se alimente correctamente.

¿Qué analizamos?

La composición de la leche de madre cambia en función de las características de su bebé, su edad, su estado de salud, la hora del día (Neville 1991; Kent 2006; Italianer 2020)… incluso durante diferentes momentos de una misma toma (Mizuno 2009)

No hay excusas con respecto a la forma de su pecho, a su índice de masa corporal o a la alimentación de la madre en cuanto a que siga siendo el alimento óptimo para ese bebé. (Lawrence 2015)

En estados carenciales o en los casos de dietas muy restrictivas con respecto a algún grupo de alimentos, bastaría con suplementar el déficit. Esto sería en gran medida para la madre y excepcionalmente para la leche. Salvo en los casos de desnutrición extrema, un riesgo para la salud de la madre en sí mismo que habría que tratar, todas las madres producen leche de calidad adecuada (Ares 2016).

Con esto no quiero decir que no exista variabilidad o factores a tener en cuenta de forma global. Pero cuando cogemos determinaciones que pertenecen al campo de la investigación y tergiversamos la información aplicándola a una situación individual, utilizando datos de forma confusa para construir un argumento erróneo, estamos construyendo una falacia. ¿Ad baculum? Si, utilizando todo el peso de la autoridad que supone el sello de que “lo dice la ciencia” (aunque lo que realmente diga es otra cosa…)

ESTILOS DE VIDA, HÁBITOS ALIMENTARIOS Y LECHE MATERNA

Algunas veces, esta creencia viene mezclada con la culpa de no haber conseguido “cuidarse” dentro de todos los estándares de hábitos saludables que se imponen durante el embarazo.

Las variaciones que dependen de la dieta materna que se conocen hasta el momento son en relación a micronutrientes, como el zinc y el hierro, y al perfil lipídico o proporción de los distintos tipos de grasas que puede contener (Barrera 2018).

La concentración de otros nutrientes como la lactosa, las proteínas, el calcio o el ácido fólico no se ven alterados significativamente por la dieta materna (Dror 2018).

Estas investigaciones nos ayudan a hilar más fino, a proponer medidas para evitar estados carenciales que puedan repercutir en la salud de madres y bebés en situaciones concretas, a promover hábitos de alimentación saludable; fundamentales en todas las etapas de la vida (Dror 2018; ABM protocol 29, 2019).

Las personas no comemos zinc, hierro o magnesio; comemos comida que los puede contener.

Si le quitamos el microscopio a la conversación y nos quedamos con los hábitos de vida saludable, no es algo que no se le recomiende a todo el mundo. Hay quien plantea que es un buen momento para cambiar hábitos y, si eso te sirve, adelante. Pero lejos del estrés y el determinismo que te taladra la cabeza con que un día te comiste “yo que se qué” que va a programar la salud de tu bebé de por vida.

Si os interesa el tema os aconsejo leer el libro de Julio Basulto, Mamá come sano , donde su autor nos explica maravillosamente que “La alimentación de la mujer que amamanta no es un jeroglífico”

La alimentación es un pilar fundamental de nuestra salud, una forma de cuidarnos y de cuidar. Igualmente, es una forma de relacionarnos. Preparar comida puede ser un acto de amor hacia otros y recibirla una forma de hacernos sentir cuidados.

Amar, cuidar, relacionarse… ¿dónde queda todo eso el día que me creo que mi leche es mala? ¿Dónde coloco todo aquello que es MÁS QUE LECHE el día que doy por terminada una lactancia sin que sea mi deseo?

Entonces ¿la dieta no pinta nada?

Claro que sí. Hoy en día sabemos que hay marcadores de salud metabólica que predicen un riesgo de baja producción láctea. Un índice de masa corporal muy elevado, índices elevados de glucosa en sangre como consecuencia de resistencia a la insulina (aunque no haya diagnóstico de Diabetes), triglicéridos elevados, hipertensión arterial… son factores de riesgo para que la producción de leche sea baja (Nommsen-Rivers 2022) y también para el retraso de la subida de la leche tras el parto (Pinheiro 2018) pero aquí estaríamos hablando de producción, de cantidad, no de calidad.

Sabiendo que los hábitos alimentarios son la base fundamental de estos problemas de nuestra salud metabólica, ahí tenemos un nexo común entre nuestro estilo de vida y dos epidemias de nuestro tiempo que ahora sabemos que, además, se retroalimentan.

Como os decía antes, este momento de nuestra vida en el que nuestro foco de atención está puesto en el cuidado puede ser un gran aliciente para cambiar esos hábitos y cuidarnos a nosotras mismas. Meter a la culpa de por medio, convierte este aliciente en un castigo que en poco o nada nos va ayudar si nos hemos planteado un cambio. Que tu responsabilidad personal se convierta en un bien de dominio público, tampoco.

Esta información también tiene otra lectura. Sabiendo que un problema de hipogalactia puede ser el marcador que nos avisa de un problema metabólico subyacente, busquemos que hay debajo de esa bandera roja que se muestra ante nosotros.

La composición de nutrientes de la leche quizás no haya que estudiarla pero lo que le pasa a esa madre sí.

Atender a esas diadas de forma integrada repercutirá de forma positiva y eficiente en problemas de Salud Pública en los que se invierten millones. Para convertir las intervenciones individuales en un beneficio colectivo y las medidas colectivas en beneficios individuales lo que nos suele faltar es TIEMPO. Por suerte, los demás medios existen y hay inversiones tan baratas como tener esos minutos que permitan poder mirar más allá de lo inmediato.

CUESTIÓN DE TIEMPO…

En cuanto a la versión del mito que asegura que esto sucede poco a poco y la leche materna deja de alimentar a los bebés a partir de una determinada edad…algo así como que se va convirtiendo en agua progresivamente, tampoco es cierto.

Existen pocos estudios en lactancia después del segundo año de vida pero gracias a los que sí hay se puede saber que conforme los requerimientos del bebé aumentan, aumenta la cantidad de proteínas (Czosnykowska-Lukacka M., 2020; Perrin 2017) y el contenido de grasa (Mandel, 2005, Czosnykowska-Łukacka, 2018). Muy al contrario de alimentar menos, alimenta más, adaptándose a los requerimientos del bebé conforme se desarrolla.

Por supuesto, la industria alimentaria no ha dudado en utilizar estos recursos como base de su publicidad. No sólo para los sucedáneos de leche materna sino para todas las líneas de productos relacionadas con la alimentación infantil enriquecidos, fortificados, pro, plus, ultra… para que puedas comprarles a tus hijos cosas que “suplan lo que a ti te falta”. Productos a los que les sobran aditivos, azúcar y, sobre todo, precio.

EL MENSAJE IMPLÍCITO 

Una vez desmontado este discurso, no tardará en salir la artillería pesada que hay en la capa más interna de esta conversación y que no es otra que la idea que asocia la relación con la madre con la dependencia emocional; proponiéndola como un vínculo con potencial dañino para el desarrollo individual y la autonomía.

Las ideas de que una lactancia prolongada tiene un potencial nocivo, que generará una personalidad dependiente, coartará la libertad o generará un daño en la salud de cualquier tipo a futuro tienen raíces profundas que se asientan en el mismo discurso de desvalorización de la mujer.

Reducir una lactancia al mínimo tiempo indispensable para la supervivencia de un bebé es algo así como la solución perfecta de las sociedades en las que se quiere modelar un condicionamiento del carácter en base al desapego.

La separación madre-bebé ha sido una máxima en las culturas más patriarcales. Los motivos han sido diferentes pero se asientan todas en la separación como medio para un fin. El que llega hasta nuestros días es el de la funcionalidad.

La funcionalidad de los humanos en las sociedades postindustriales se mide en base a su capacidad de producir, limita el desarrollo a hitos madurativos que hay que alcanzar cuanto antes mejor, propone la independencia como objetivo a conseguir y reduce la comida a nutrientes en pautas medidas y controlables que establecen recomendaciones como las 3 HORAS. Todo lo que no tenga un resultado tangible, medible e inmediato se considera una pérdida de tiempo imperdonable, se considera NADA.

De todos estos ingredientes, sazonados con citas de autores muy célebres que alertaban de los peligros del amor de las madres, nace la receta de la mala leche.

Aquí os dejo algunas:

“No hay mayor error que el de pensar que la ternura extrema logrará la salud, el crecimiento y la felicidad, presente o futura, del niño… mujeres que faltan a su deber como madres como si pudieran salvar a sus hijos de las leyes de la naturaleza, condenándolos a una vida miserable… la experiencia muestra que los niños cuidados con delicadeza mueren en mayor proporción que los demás…” (Buchan 1803)

“El amor materno es un instrumento peligroso… Un instrumento capaz de causar una herida que no cierre nunca… basta dar la mano una vez por la mañana” (Watson 1928)

Hay muchas más pero, si he elegido estas citas, es porque el libro de William Buchan con su capítulo sobre “los efectos nefastos de la ternura parental” fue un bestseller de la época traducido a varios idiomas y se convirtió en una especie de libro de cabecera para madres en EE.UU y Europa. John Broadus Watson es considerado uno de los padres del conductismo, una escuela de la psicología que ha marcado el S. XX y que ha sentado muchas de las bases del sistema educativo.

Leer estas obras con las gafas de la historia es un interesante ejercicio para comprender cómo la cultura impregna cualquier razonamiento, por muy científico que lo queramos presentar. Así es fácil entender que de aquellos descomunales barros sigan quedando lodos. También que para saber adónde vamos es útil conocer de dónde venimos.

Menos mal que hubo autores como John Bowlby que sentaron las bases para poder entender que un ser relacional, como es el ser humano, necesita conectarse con sus figuras de apego para sobrevivir tanto como respirar. Que esa independencia o autonomía tan valoradas en nuestra sociedad llegan desde la dependencia absoluta y la fusión emocional que nuestra biología ha previsto para asegurar un desarrollo saludable.

El amor de madre no puede ir contra la naturaleza porque fue diseñado por ella.

EL VALOR DE LO SIMBÓLICO

No podemos olvidarnos de todas las asociaciones simbólicas que existen con respecto a la leche. La leche es fundamentalmente abundancia, es calidez, cuidado, vida y bondad.

La atribución de un valor simbólico a la leche es tan antigua que aparece hasta en la Biblia. Aunque no sea nuestra intención, llevan una carga de varios milenios de información inconsciente que no podemos olvidar.

Desde culturas muy antiguas existen creencias sobre que tus rasgos de carácter, tus estados de ánimo o tus valores morales se transmiten a través de los fluidos corporales porque transportan la esencia de lo que eres en un sentido también místico y espiritual.

Esta serie de planteamientos frente a una madre que pueda haberse topado con la creencia de NO SER SUFICIENTE mientras transita la ambivalencia del posparto es como lanzar sal a una herida abierta.

Decirle a una madre que su leche es mala, es decirle de una forma muy sutil e implícita que es mala persona o mala madre. Es desvalorizarla dejando la información en un lugar de su inconsciente desde donde no tiene herramientas para procesarlo ni rebatirlo.

Esto es tan importante que, en caso de que esta situación fuese real y hubiese mujeres que por alguna razón produjesen leche que no alimenta, tendríamos que preocuparnos en desmontar toda esa asociación simbólica. No siéndolo, es que no hay excusa.

Que hasta hoy lleguen a la consulta madres a las que en lugar de atenderlas les han planteado los coletazos de un discurso negligente, cargado de sesgos, desconocimiento, desinformación, violencia simbólica, misoginia…evidencia que la mala leche sí que existe aunque, por supuesto, no es la tuya.

El mejor tratamiento para salir de ese chorro de cortisol en nuestra sangre que pueda volverla venenosa para nosotras mismas es volver a generar la oxitocina necesaria para recolocar cada cosa en su lugar. 

Cerremos la puerta de ese callejón sin salida, empecemos a buscar qué pueda estar pasando realmente y abrecemos a nuestros bebés con la certeza de que nuestro amor les nutre y fortalece de forma independiente incluso de lo que coman, construyendo resiliencia y confianza en la vida, sin límite de dosis.

“A mis comadres, las que pusieron los hilos para formar la red que me sostiene en mis momentos más vulnerables. Vosotras sabeis quienes sois”

REFERENCIAS BIBILOGRÁFICAS:

ABM Clinical Protocol #29: Iron, Zinc, and Vitamin D Supplementation During Breastfeeding

ABM Clinical Protocol #29: Iron, Zinc, and Vitamin D Supplementation During Breastfeeding (bfmed.org)

https//doi.org/10.1089/bfm.2018.29095.snt

Ares Segura, S., Arena Ansótegui, J., Díaz-Gómez, N. M., & en representación del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (2016). La importancia de la nutrición materna durante la lactancia, ¿necesitan las madres lactantes suplementos nutricionales? [The importance of maternal nutrition during breastfeeding: Do breastfeeding mothers need nutritional supplements?]. Anales de pediatria (Barcelona, Spain : 2003), 84(6), 347.e1347.e3477.

https://doi.org/10.1016/j.anpedi.2015.07.024

Barrera, C., Valenzuela, R., Chamorro, R., Bascuñán, K., Sandoval, J., Sabag, N., Valenzuela, F., Valencia, M. P., Puigrredon, C., & Valenzuela, A. (2018). The Impact of Maternal Diet during Pregnancy and Lactation on the Fatty Acid Composition of Erythrocytes and Breast Milk of Chilean Women. Nutrients, 10(7), 839.

https://doi.org/10.3390/nu10070839

Craig, W. J., Mangels, A. R., & American Dietetic Association (2009). Position of the American Dietetic Association: vegetarian diets. Journal of the American Dietetic Association, 109(7), 1266–1282.

https://doi.org/10.1016/j.jada.2009.05.027

Czosnykowska-Łukacka, M., Królak-Olejnik, B., & Orczyk-Pawiłowicz, M. (2018). Breast Milk Macronutrient Components in Prolonged Lactation. Nutrients, 10(12), 1893.

https://doi.org/10.3390/nu10121893

Dewey K. G. (2004). Impact of breastfeeding on maternal nutritional status. Advances in experimental medicine and biology, 554, 91–100.

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Dror, D. K., & Allen, L. H. (2018). Overview of Nutrients in Human Milk. Advances in nutrition (Bethesda, Md.), 9(suppl_1), 278S–294S.

https://doi.org/10.1093/advances/nmy022

Frigerio C, Schutz Y, Prentice A, Whitehead R, Jéquier E. Is human lactation a particularly efficient process? Eur J Clin Nutr. 1991 Sep;45(9):459-62. PMID: 1959517.

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/1959517/

Gross, R. S., Mendelsohn, A. L., Arana, M. M., & Messito, M. J. (2019). Food Insecurity During Pregnancy and Breastfeeding by Low-Income Hispanic Mothers. Pediatrics, 143(6), e20184113.

https://doi.org/10.1542/peds.2018-4113

Italianer, M. F., Naninck, E., Roelants, J. A., van der Horst, G., Reiss, I., Goudoever, J., Joosten, K., Chaves, I., & Vermeulen, M. J. (2020). Circadian Variation in Human Milk Composition, a Systematic Review. Nutrients, 12(8), 2328.

https://doi.org/10.3390/nu12082328

Kent, J. C., Mitoulas, L. R., Cregan, M. D., Ramsay, D. T., Doherty, D. A., & Hartmann, P. E. (2006). Volume and frequency of breastfeedings and fat content of breast milk throughout the day. Pediatrics, 117(3), e387–e395.

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Lawrence, R. A., & Lawrence, R. M. (2015). Breastfeeding: a guide for the medical professional. Elsevier Health Sciences. 8th edition.

Mandel, D., Lubetzky, R., Dollberg, S., Barak, S., & Mimouni, F. B. (2005). Fat and energy contents of expressed human breast milk in prolonged lactation. Pediatrics, 116(3), e432–e435.

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Neville MC. Secretion and composition of human milk. En: Hay WW Jr. Neonatal nutrition and metabolism. St. Louis: Mosby 1991; 260-279.

Nommsen-Rivers LA, Wagner EA, Roznowski DM, Riddle SW, Ward LP, Thompson A. Measures of Maternal Metabolic Health as Predictors of Severely Low Milk Production. Breastfeed Med. 2022 Jul;17(7):566-576.

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Perrin MT, Fogleman AD, Newburg DS, Allen JC. A longitudinal study of human milk composition in the second year postpartum: implications for human milk banking. Matern Child Nutr. 2017 Jan;13(1):e12239.

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Pinheiro, T. V., Goldani, M. Z., & IVAPSA group (2018). Maternal pre-pregnancy overweight/obesity and gestational diabetes interaction on delayed breastfeeding initiation. PloS one, 13(6), e0194879.

https://doi.org/10.1371/journal.pone.0194879

 LECTURAS RECOMENDADAS

Buchan W. (1803) Advice to mothers on the subject of their own health and on the means of promoting the health, strength and beauty of their offspring. Chapter IV “Baneful effects of parental tenderness” (John Bioreu, Philadelphia).

https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=fyoxAQAAMAAJ&oi=fnd&pg=PA7&dq=(1804)+Advice+to+mothers+on+the+subject+of+their+own+health+and+on+the+means+of+promoting+the+health,+strength+and+beauty+of+their+offspring.+(John+Bioreu,+Philadelphia).&ots=fTw3YBqk8t&sig=4LN3fB1p46A3pVwezvFEORXUiio&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false

Bowlby J. (1988). A secure base : clinical applications of attachment theory. Routledge.

This Post Has 4 Comments

  1. Mercedes Lazo

    Muy buen articula. La leche materna es la leche de cada madre para su hijo,la que lo nutre y alimenta ademas del amor por el contacto piel con piel. Muy bueno. Que sepan que la leche materna es el alimento perfecto del niño .
    Felicidades por tu articulo.

  2. Ana

    Cómo siempre, un placer leer tus posts. Termino siempre con un sentimiento de paz, como si me quitaras un peso de encima. Situaciones con las que me siento tan identificada, y que ahora puedo entender que no fueron culpa mía. Gracias por explicar las cosas tan claramente.

    1. Esta es una de las culpas más injustas que se carga a las madres. Me alegro de que te sirva para sacarla de la mochila porque no hay ni un centimetro de cuerpo que no hayas puesto en este camino de convertirte en madre.

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