3 HORAS

3 HORAS

“Pues a mí lo que me han dicho es que la lactancia es a demanda pero tengo que darle cada 3 horas”…

Cada vez que se pronuncia esta frase 1000 lactocitos mueren de repente, también algunas de mis neuronas y algún que otro cortocircuito se crea en mi cabeza.

Cierro un momento los ojos, respiro profundo y me preparo para desmontar un mito completamente integrado en nuestra cultura, alimentado por nuestra necesidad de control, el mal manejo de la incertidumbre, la desconexión del cuerpo y la falta de confianza que tenemos en que realmente funcione.

No sé exactamente cuándo se creó esta obsesión alrededor de los intervalos de tiempo entre tomas ni la falsa creencia de que una demanda que se ajuste a esas pautas rigurosas, son garantía de la correcta alimentación del bebé.

Muchos van incluso más allá y lo relacionan con una correcta educación del bebé. El argumento de que hay que establecer una férrea rutina de alimentación, de sueño y de tiempos  desde el nacimiento para asegurarnos de que ese bebé no se convertirá en un maleducado, en un inadaptado social o en un tirano que acabe con su familia nos sigue acompañando y engloba la recomendación de las 3 horas.

La clave aquí está en que donde decimos educación, en realidad queremos decir CONDICIONAMIENTO. A base de forzar pautas, ignorar instintos y desoír necesidades básicas; buscamos que nuestros bebés desarrollen un comportamiento que sea adecuado a nuestra visión adulta.

Los NIÑOS BUENOS son los que no lloran, no demandan, comen cada 3 horas (para que sea perfectamente controlable), se duermen solos en su cuna durante infinitas horas…  y un largo etc que viene resumirse en algo así como “LOS QUE NOS LO PONEN FÁCIL PARA SEGUIR CON NUESTRA RUTINA ADULTA”.

Lo que les enseñamos a nuestros bebés aplicando estas pautas es que sus sensaciones no son importantes, a no atender a lo que sienten y a esperar un control externo que les diga CÓMO, CUANTO Y CUANDO se debe hacer cada cosa (igualito que el perro de Pavlov). Sin forzar también aprenden, desde otro lugar menos rígido, más conectados con sus sensaciones y emociones, sin necesidad de hacer NADA

Pero ¿a quién se le ocurriría esto de las 3 horas? ¿Porqué 3 horas y no 4, 5, 6…? ¿Desde cuándo se dice esto y, sobre todo, PARA QUÉ?

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA NECESIDAD DE SEPARACIÓN.

Como muchísimos otros cambios en nuestra forma de vivir y relacionarnos fue la revolución industrial quien nos metió en este jardín.

La incorporación masiva de las mujeres a las fábricas, el éxodo del medio rural a las ciudades y la necesidad de mantener los turnos de producción creó la necesidad social de encontrar una forma de alimentar a los bebés sin necesidad de la presencia de la madre.

Así, con esa demoledora realidad, aparecieron las primeras fórmulas artificiales y, con ellas, un aumento de la mortalidad infantil que se convirtió en uno de los mayores problemas de Salud Pública de la época.

El siglo XX es también el de la revolución científica, el de los avances médicos y la lucha por aumentar la esperanza de vida. Mejorar esas tasas empezó a ser un objetivo primordial entre la comunidad científica y se comenzó a investigar de manera exhaustiva parámetros como: composición de la leche de vaca, capacidad del estómago del bebé, necesidades calóricas y nutricionales del recién nacido… y así un largo etc que sigue sumando horas y horas de investigación para encontrar la fórmula que se asemeje cada vez más a lo que nos da la naturaleza de forma espontánea.

Sería injusto culpar a las fórmulas artificiales de esta situación. No sólo la leche de vaca era algo inadecuado para la alimentación de un bebé. También lo eran las condiciones higiénicas, los condicionantes sociales, la miseria en la que subsistían las familias en las nuevas ciudades y las enfermedades que campaban sin control en aquellas condiciones de hacinamiento.

Todas esas situaciones fueron retos enormes para la medicina moderna, que se empeñó en que los bebés tenían que dejar de morirse por causas evitables.

Sin embargo, el tema de cuál era el tiempo adecuado para alimentar a los bebés cuando no tenían acceso al pecho no siguió un método muy científico. Fué más bien en base a acierto y error.

Como bien relata Carlos González en su artículo Las tres horas:

una sencilla división permitió calcular cada cuánto tiempo había que llenar el depósito: cada cuatro horas. Cuatro horas era, precisamente, el tiempo que tardaba en vaciarse el estómago de los bebés que tomaban leche de vaca, y la coincidencia convenció a los indecisos”.

La capacidad limitada del estómago del recién nacido, el miedo a la hipoglucemia y la obviedad de que pautando la fórmula cada 3 horas alcanzábamos unas 8 tomas diarias en las primeras semanas de vida (8×3=24); establecieron el consenso de las 3 horas para pasar a 4 en las sucesivas semanas.

Llegamos a la conclusión de que aquella era la pauta correcta para que el invento funcionase, con un montón de bebés expuestos como sujetos de prueba a lo que pudiera resultar de este complejisimo cálculo.

La leche de vaca comenzó a modificarse para ajustar su composición y hacerla apta al consumo de los bebés, mejoró la higiene, se potabilizó el agua, se alcantarillaron las ciudades y se empezó a entender el impacto en salud de gestos tan simples como el lavado de manos. Comenzaron a utilizarse biberones que permitían su hervido, esterilización. Aparecieron y se universalizaron las vacunas, los antibióticos, los cribados que detectaban enfermedades metabólicas a tiempo para tratarlas,…

Bajo los postulados de la ciencia moderna avanzamos enormemente y, una vez alcanzada esa especie de receta mágica que parecía salvarnos de la tan temida muerte; nos agarramos a ella como un clavo ardiendo.

LA HIPOGALACTIA IATROGÉNICA, UNA EPIDEMIA DEL SIGLO XX

Esas pautas rígidas de alimentación daban la falsa sensación de seguridad de tener controlados los parámetros que garantizaban la supervivencia del bebé. Así que no tardaron en extrapolarse a la lactancia materna. La intención era maravillosa pero estaba plagada de todas las limitaciones que tiene cualquier teoría.

El problema es que en esta compleja ecuación (8×3=24) faltaba tener en cuenta el cuerpo de la madre.

El resultado fue una epidemia de hipogalactias iatrogénicas y la instauración de suplementos de forma indiscriminada con un importante impacto en salud pública que aún hoy es difícil de cuantificar.

La lactancia materna se encontró con las grandes sombras de la revolución científica. Frente a la certeza de un biberón perfectamente medido, esterilizado y pautado que dejaba tranquilos a los médicos sobre si un bebé estaba comiendo de manera correcta, se encontraba una forma de alimentación a través de un contacto continuado con un cuerpo que realmente no conocíamos, del que habíamos aprendido a desconfiar, que no se podía medir y a todas luces caótica.

De repente, la leche materna ya no era SUFICIENTE.

En el transcurso de una generación se perdió una cultura de la lactancia que hacía innecesaria la intervención externa, una técnica que estaba totalmente integrada en la sociedad y se transmitía entre mujeres.

Es un bucle que comienza cuando percibimos que el bebé quiere comer cada mucho menos de las 3 horas normalizadas. La asociación lógica es pensar que la producción de leche materna no es suficiente y establecer un suplemento al que se llamaba “AYUDA”.

El tiempo de vaciamiento gástrico de la leche humana es de 48 minutos mientras que el de la leche de vaca es de 78 minutos (Cavel, 1981).

Los suplementos alargaban los tiempos entre tomas. Ayudaban a acercarse a las 3 horas pero desayudaban a establecer una autorregulación correcta de la glándula mamaria.

Durante los primeros días, el establecimiento de la lactancia materna requiere de una succión frecuente y eficaz por el bebé. Esas primeras tomas forman parte del circuito que inicia la fase de lactogénesis II o subida de la leche.

Cuando introducimos suplementos “hasta que te suba la leche” interferimos en este proceso. Aunque un drenaje ineficaz no va a impedir por sí sólo que la leche suba (Neville y Morton, 2001), si va a complicar muchísimo el establecimiento de un patrón de tomas fisiológico y va a predisponer a las temidas complicaciones como la ingurgitación mamaria.

Con la lactancia ya establecida, la digestión mucho más lenta de los suplementos de fórmula artificial, hará que las tomas se espacien. Esta menor estimulación del pecho de forma mantenida, provoca que la producción vaya bajando progresivamente hasta llegar a un punto en el que realmente la madre no produce la cantidad de leche que demanda su bebé.

Toma cada vez más escasa, biberón cada vez más grande que le sacie hasta aguantar las 3 horas en la que “toca” la siguiente toma… Hasta que un día llegamos a la conclusión de que ya no hay leche o no merece la pena el esfuerzo para lo que conseguimos, dando la lactancia materna por perdida.

De esta forma, se condenaba una lactancia materna a su fracaso y abandono en un plazo de 2 a 3 meses, salvo rarísimas excepciones (que solían coincidir bastante con las madres que no habían hecho caso a lo que les recomendaban).

A esa generación de mujeres que ahora se convierten en abuelas esto les debe sonar muchísimo. Por si asoma la culpa del fracaso, os diré que perder una lactancia deseada por este motivo no es un fracaso de la madre sino de la red que debería haberla sostenido.

REGRESO AL PUNTO DE EQUILIBRIO

Todavía hoy vienen madres a mi consulta a las que alguien les ha dicho que “todo va bien pero vamos a pautar un suplemento hasta que te suba la leche. Dale pecho pero también un suplemento cada 3 horas”

Esa frase se puede traducir en: “tengo miedo a la incertidumbre, no confío en tu cuerpo y necesito controlar este proceso de forma externa, a pesar de que no exista un motivo para ello”

Hay muchas creencias y mitos que siguen rondando por nuestro inconsciente colectivo ligadas a estas recomendaciones.

Por supuesto, hay situaciones en las que los suplementos son necesarios. A estas alturas esos motivos son sobradamente conocidos y están protocolizados para facilitar la toma de decisiones objetiva. Para quien tenga dudas con respecto a CUANDO, os dejo el enlace sobre criterios de suplementación de la ABM (Academy of breastfeeding Medicine)

https://www.bfmed.org/assets/DOCUMENTS/PROTOCOLS/3-supplementation-protocol-spanish.pdf

Ya hablaremos de CUANTO y COMO… para que una situación de lactancia mixta deje de ser motivo de pérdida de la lactancia materna a medio plazo.

Por suerte, la misma ciencia nos ha seguido dando respuestas sobre cómo funcionamos y nos va acercando poco a poco al inicio con esas certezas que son tan importantes para nosotros.

No fue la cíencia lo que nos alejó de nuestro instinto de vida sino algo tan humano como el error y el miedo a la muerte.

NO ES CREENCIA, ES EVIDENCIA (CIENTÍFICA)

En base a la evidencia, le vamos encontrado sentido y explicación a cosas que nuestras abuelas hacían de forma totalmente espontánea, sin plantearse ningún porqué. Por supuesto, igual que ellas, todas aquellas generaciones que subsistieron sin relojes y todas las especies mamíferas que aún no se han extinguido en el planeta.

Por eso:

  • La lactancia materna es a libre demanda del bebé.

Porque ellos se autorregulan, succionan según diferentes patrones en función de su necesidad o su hambre (tomas cortas y frecuentes cuando hace más calor o necesitan hidratarse, tomas más largas cuando necesitan saciarse y tomar la parte más grasa, succión afectiva cuando lo que necesitan es MÁS QUE LECHE…)

La única excepción a esta regla son los bebés que no demandan con regularidad, especialmente durante las primeras semanas o cuando son prematuros, con bajo peso o con mucha tendencia al sueño. En este caso es a OFERTA. La oferta debe ser generosa con tomas muy frecuentes, cada hora y media a dos horas, para asegurarnos unas 10 a 12 tomas al día.

  • La demanda frecuente no es un signo de falta de producción por sí sola.

Si un bebé aumenta de peso adecuadamente, hace pis y cacas con normalidad, tiene buen aspecto y, en definitiva, no tiene ningún signo que indique que no se está alimentando, simplemente es que come muy frecuentemente.

El rango de tomas en bebés recien nacidos a término es muy variable. Oscila entre 6 y 18, con una media de 11 (Kent, 2006)

Esto es especialmente intenso en los brotes de crecimiento cuando los bebés demandan constantemente, en un proceso en el que se equilibra la producción de la madre con las mayores necesidades del bebé, y que históricamente se ha interpretado una retirada abrupta de la leche en la madre.

  • Los bebés no comen más ni mejor si se espacian las tomas.

Desatender los signos precoces de hambre suele ser una malísima idea que provoca que el bebé esté muy irritable, que se agarre peor al pecho y que succione de una forma menos eficaz. (Widström, & Thingström-Paulsson,. 1993).

La asociación de que teniendo el pecho lleno comerá mucho nos lleva al error de pensar que hay que esperar a que esto ocurra.

La realidad es que el bebé no comerá más de la capacidad en volumen que tiene su estómago en cada momento, que la última parte de la toma o la del pecho vacío es la más rica en grasa y que cuanto más tiempo mantengamos el pecho lleno más disminuirá la producción.

Nuestro cuerpo funciona por mensajes y neurotransmisores para autorregularse, así que el pecho lleno genera el mensaje de que no es necesario producir más leche. (Hartmann & Boss, 2018).

Vale, eso es el pecho, pero… ¿y el biberón?

  • El biberón es también A DEMANDA.

En este caso es importante insistir en que ese a demanda no sólo es CUÁNDO sino también CUÁNTO.

Como ya hemos dicho los bebés tienen la capacidad de regularse y no toman siempre la misma cantidad ni en el mismo intervalo de tiempo. Vamos…como los adultos que no comemos la misma cantidad ni el mismo tipo de alimentos con las mismas calorías en cada comida.

Empeñarnos en pautar una cantidad fija con un intervalo de tiempo también fijo provocará 2 situaciones, principalmente:

  1. Bebés que están siendo obligados a comer sin hambre, a los que estamos provocando atracones sucesivos sin saberlo porque “les toca” y además deben terminarse el biberón, así lo vomiten después, porque eso es lo que está pautado.
  2. Bebés pasando un hambre voraz, llorando de hambre durante varios momentos del día porque “no les toca” o ya se han comido lo que le corresponde en esa toma.

Luego nos volvemos locos intentando descifrar que les pasa. No siempre, pero sí muchas veces, encontramos todas estas cuestiones detrás del problema.

También nos echamos las manos a la cabeza con la cantidad de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación que vemos en los adultos, la tendencia a gestionar emociones a través de nuestra relación con la comida y todos los trastornos de la conducta alimentaria que han tomado el relevo como epidemia de nuestra época.

Pues muchos comienzan con un reloj, con nuestra particular GUERRA DEL TIEMPO, con nuestro condicionamiento y nuestro miedo a que “algo” pase.

Si “algo” pasa, si el bebé no gana peso o tiene dificultades, tendremos que estudiar cuales son para buscar el origen y la forma de resolverlas. Vamos, lo que haríamos con cualquier otro problema de salud: estudio, diagnóstico y tratamiento. Alimentar a un bebé con una pauta que se asemeja a un tratamiento farmacológico debe reservarse a los casos excepcionales que lo requieren. De verdad, son muy pocos.

Nuestra relación con la comida va a ser muy duradera. Es de esas cosas que van a acompañarnos toda la vida. Es importante que esta relación sea sana, de disfrute, porque la forma en que nos alimentamos dice mucho de la forma en que nos tratamos.

Por tanto:

“NO SÓLO ES UNA CUESTIÓN DE LACTANCIA. TAMBIÉN ES UNA CUESTIÓN DE AMOR Y, POR SUPUESTO, DE VIDA”

Artículo publicado el 16 de Septiembre de 2022 (editado el 01 de Febrero de 2023)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Cavell B. Gastric emptying in infants fed human milk or infant formula. Acta Paediatr Scand. 1981 Sep;70(5):639-41. PMID: 7324911.

Neville, M. C., & Morton, J. Physiology and endocrine changes underlying human lactogenesis II. The Journal of nutrition. 2001 Nov; 131(11), 3005S–8S.

https://doi.org/10.1093/jn/131.11.3005S

Neville, M. C., Morton, J., & Umemura, S. Lactogenesis. The transition from pregnancy to lactation. Pediatric clinics of North America. 2001; 48(1), 35–52.

https://doi.org/10.1016/s0031-3955(05)70284-4

Kent JC, Mitoulas LR, Cregan MD, Ramsay DT, Doherty DA, Hartmann PE. Volume and frequency of breastfeedings and fat content of breast milk throughout the day. Pediatrics. 2006 Mar;117(3):e387-95

https://doi.org/10.1542/peds.2005-1417

Widström, A. M., & Thingström-Paulsson, J. (1993). The position of the tongue during rooting reflexes elicited in newborn infants before the first suckle. ncb Acta paediatrica (Oslo, Norway: 1992). 1993 Mar; 82(3), 281–283.

https://doi.org/10.1111/j.1651-2227.1993.tb12660.x

Hartmann, P. E., & Boss, M. (2018). 4 How Breastfeeding Works: Anatomy and Physiology of Human Lactation. In Breastfeeding and Breast Milk – from Biochemistry to Impact, (Ed, Family Larson- Rosenquist Foundation) Georg Thieme Verlag KG.

https://doi.org/10.21428/3d48c34a.b5eb7994

This Post Has 5 Comments

  1. Elisa

    Muy bueno tu artículo Elia!!

  2. Mercedes Lazo

    Muy buen articulo. Explicado y bien detallado sobre la administración de la leche materna al bebé. Excelente trabajo

  3. María José León

    Excepcional como siempre Elia!!! Me he sentido totalmente identificada con este artículo. En el hospital donde nació mi hijo cada 3 horas había que darle de comer…

  4. Carmen

    Que suerte la nuestra de haberte conocido. De haberte tenido como la primera pediatra de nuestra hija Vega.
    14 meses y seguimos con lactancia a demanda.
    GRACIAS por tu ayuda, por tu atención, por su trato. gracias por tanto.

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